De los focos de Paral·lel a la España Vaciada 

Por Antonio Hoya

En pleno centro de Barcelona, sobre el escenario de una sala de conciertos en la Avinguda del Paral·lel, dos faroles parpadean. Detrás, una imponente fachada de inspiración georgiana nos aleja del Mediterráneo y nos sitúa frente a una estampa londinense, como la clásica residencia del número 10 de Downing Street o una escena sacada de Oliver Twist. De repente, una puerta se abre y aparece Anastacia, icono pop de los noventa y dos mil. Lo que sigue son dos horas de éxitos, gritos y un incesante cambio de vestuario. La artista entra y sale por esa puerta como en un truco de magia, mientras desde la mesa de control, los que manejan el cotarro observan. 

El espectáculo es hipnótico, pero detrás de las luces y la música envolvente, la realidad de la ciudad es otra. Barcelona se ha convertido en un terreno fértil para la especulación inmobiliaria. Fondos de inversión y grandes propietarios adquieren edificios enteros, los reforman, disparan los precios y los convierten en bienes inaccesibles para la mayoría. Mientras unos ven la ciudad como un parque temático del turismo y la rentabilidad, otros se ven forzados a abandonar sus hogares de toda la vida. 

¿Cuántos pisos en alquiler podrán adquirir cuando termine la gira y se cierre la puerta los mismos que están en la mesa de control? Quizás un par de apartamentos en el Eixample, una vivienda turística en el Born, otro piso en Poble-sec. Y así, una vez más, las ciudades se van quedando sin vecinos, sin esencia, sin vida. 

Lejos del bullicio de los grandes escenarios, Mamen tomó una decisión distinta. Estudió Derecho en Salamanca y, tras graduarse, regresó a Béjar, su ciudad natal, una pequeña localidad al sur de la misma provincia donde abrió su propio despacho de asesoría. Veinte años después, sigue apostando por la vida en un entorno más tranquilo, a pesar del envejecimiento y la despoblación. “Al final, si quieres ver un espectáculo o perderte en el bullicio, tienes Madrid a dos horas y media. Te das una vuelta y después vuelves”, explica. 

Su discurso se repite entre quienes han decidido dejar atrás las grandes ciudades para instalarse en la llamada España Vaciada. Es el caso de Cristina: “Estaba harta de las distancias, de las prisas, del aislamiento social y de los precios. Madrid está bien, pero cuando sales, te das cuenta de a qué estás sometida. Ahora tengo un piso para mí sola por cuatrocientos euros y vivo en comunidad, en contacto con mis vecinos”. Cristina, que en Madrid vivía con la misma incertidumbre laboral, ahora trabaja a media jornada cuidando a un comedor escolar en Béjar. Aunque su situación no es fácil, el coste de vida más bajo en su nuevo hogar hace que la precariedad sea más soportable. Valora la tranquilidad y el sentido de convivencia que ha recuperado. 

El precio del alquiler y la calidad de vida son factores clave en esta tendencia que, tras la pandemia, ha llevado a muchos a replantearse su lugar en el mundo. Sin embargo, no todos ven solo ventajas. Javi, un joven de Béjar, finalmente decidió marcharse. Tras estudiar Veterinaria, se trasladó a Barcelona, donde trabaja en un laboratorio. “La calidad de vida es mejor, sí, pero no hay trabajo”, resume con resignación. Su vocación le obligó a buscar alternativas lejos de su tierra natal, como ocurre con tantos otros jóvenes formados que no encuentran oportunidades laborales en sus municipios de origen. 

Mientras tanto, en el Paral·lel, los aplausos resuenan con fuerza. Pero aquí, en los pueblos, también pasan cosas, como dice Cristina. Quizás no con la misma intensidad ni con tantos focos, pero pasan. ¿Qué ocurriría si Anastacia dedicara un par de conciertos a promocionar la España Vaciada? Quizás entonces la gente miraría hacia estos lugares, no solo como destinos de escapada rural, sino como verdaderos espacios de vida, donde aún quedan historias por contar y las oportunidades de calidad se respiran en lo cotidiano.  

2 comentaris

  1. Muy interesante el texto, que nos invita a reflexionar en este mundo cambiante.

    Los que trabajamos en esta gran Barcelona y hemos compartido nuestra vida con estas buenas gentes, con nuestros amigos y con la familia, anhelamos que el futuro nos permita combinar la playa de la Barceloneta con la sierra de Bejar; la contemplación de la Sagrada Familia, con la magia del Bosque; los calçots en el tibidabo con las cañas en la plaza del Ayuntamiento…

    Esperamos con ansiedad poder hacerlo pronto y en no mucho mas de cuatro horas en un tren directo a Plasencia. Quizás entonces, en nuestra vaciada zona empiece a brotar el ocio y el negocio.

    Pero con tren o sin el, queremos seguir bajo los focos del Paral.lel y tambien bajo los castaños del Castañas.

    Muy bien Antonio, tus paisanos Bejaranos y Barcelonins necesitamos la frescura de tus ideas.

    Muchas gracias.

    Jesús Regidor

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