Hace un par de días en la caja del supermercado me vi asaltado por esos productos que disponen allí como una especie de trampa, una especie de reclamo de última hora, como último recurso, y que parecen decirte: Ya que estás… Debo decirles que pese a que normalmente me resisto a la tentación, ese día llevaba la moral baja y no pude resistirme a comprar un paquete de chuches. Unas golosinas. Concretamente, moras roji-blancas. Aclaro, que no eran moras rojas y moras blancas, sino tal y como el nombre indica, moras roji-blancas. Aprovechando los colores de las moras, el equipo de marketing había colocado en la etiqueta una fotografía de jugadores de la selección española. Cuando abrí las golosinas tuve la intuición de no tirar la etiqueta y la guardé. Hoy, ya en casa, la miraba intentando analizarla, despiezar cada cara, cada pose. Debo admitir que soy consumidor de futbol y que pese a que hasta los 16 años mi mirada antinacionalista me hacía ver todos los partidos de la selección española esperando que perdiesen, llegó un momento en que sucumbí al discurso nacionalista. Reconozco, pues, las caras que aparecen en la etiqueta, y lo hago desde cierto afecto extraño, como pasa con todos los famosos, una especie de familiaridad desdibujada. Me planteo entonces qué significan estas personas en nuestras vidas, qué aportan al discurso de la cultura.
Por si alguien no entiende a qué me refiero, hablo del poder que tienen estos relatos que nos rodean, estas ficciones en el imaginario colectivo. Lo que Umberto Eco llama mitologías. Eco en Apocalípticos e integrados nos advierte de la mitología del Superman. Superman como un canon para la sociedad que nace tras la segunda guerra mundial y que se inculca desde la infancia. Éste encarna los valores deseables en la sociedad (especialmente la americana) y defiende máximas capitalistas como la propiedad privada, protege a los bancos de robos, etc. Superman es un garante del american dream. Donde acaba la moral cristiana, empieza una nueva moral, que dictamina qué es lo bueno y qué es lo malo, o mejor dicho quién es el bueno y quiénes son los malos.
En este caso, propongo la mitología del futbolista. En cuestión de genealogía cabe recordar que durante la dictadura franquista el fútbol actuó como un mecanismo de nacionalización y propaganda mediante la apropiación franquista de las victorias del fútbol español. A través de este deporte se promovía una identidad colectiva de los españoles. De la misma forma, también cabe entender que este deporte, como cualquier otra herramienta del mass-media y del entretenimiento, es otro recurso más de control poblacional. Recuerdo que cuando era niño y mis padres querían ir a algún sitio donde solía haber mucha gente, siempre escogían los días De clásico (partido Barça-Madrid) porque sabían que todo el mundo estaría en casa. Pero cómo es el arquetipo de futbolista, qué los hace tan admirados y por qué tantos niños quieren serlo.
Empezaría hablando de la idea de juego. Los futbolistas juegan a fútbol. Creo que es uno de los motivos que hacen atractivos este trabajo para los niños. Los futbolistas (que también se llaman a veces jugadores) se ganan la vida jugando. Pero el juego del futbolista es antagónico al juego de le niñe. Es un juego reglado hasta el mínimo detalle. Cualquier transgresión de las reglas, cualquier modificación genera una reacción agresiva por parte del público. Algo que se inculca también a los niños.
/Veréis que a veces hablo de niños y otras de niñes, cuando hablo de niños lo hago, poniendo énfasis en que este tipo de comportamiento suele proyectarse especialmente a los niños, reforzando los roles de género/
El futbolista es también un arquetipo de la meritocracia. Esto ocurre tanto dentro como fuera del campo. Este personaje suele ser alguien de origen humilde, su relato es una historia de superación. Se entiende socialmente que el futbolista ha llegado a su posición por su esfuerzo, su trabajo y por su dedicación. Son paradigma del mérito, a los niños se les dice que tienen que trabajar para llegar a ser como ellos. Se presenta la carrera como futbolista como una de las pocas vías de ascenso social. Recuerdo también, que en mi infancia mi abuela le decía a mis primos, que jugaban mucho a fútbol:
¡ A ver si nos sacáis de pobres!
De la misma forma que fuera del campo, también se considera que el funcionamiento del partido y el resultado corresponde directamente con el esfuerzo puesto por los jugadores y el entrenador. El virtuosismo es recompensa justa para quién trabaja. No existen las limitaciones físicas, las capacidades, si un jugador gana el balón de oro es por esfuerzo, si un equipo pierde la champions es por falta de él. El proceso está totalmente supeditado al resultado. Tanto es así que muchas veces se despide a los entrenadores cuando acumulan una racha de (relativamente) pocas derrotas.
Vuelvo a mirar la etiqueta de las golosinas. En ella los futbolistas posan como auténticos Vengadores Marvel. Son la imagen de la masculinidad hegemónica. Cuerpos esculpidos, jóvenes, atléticos y fuertes. También son eso, un canon estético, los niños en los institutos llevan múltiples versiones del corte de pelo de equis futbolista. Además, también visten el chándal y las zapatillas que promociona ese deportista, la marca que patrocina a su equipo favorito.
Los niños que sacan buenas notas son víctimas de la meritocracia, los que no lo hacen son directamente fagocitados por ella. Los alumnos que no tienen éxito académico deben esforzarse para triunfar en el deporte; y cuando no lo hacen, todo su propósito se derrumba. Conforme los niños llegan a la adolescencia su esperanza desaparece, y es entonces cuando la meritocracia les señala con su dedo acusador en forma de un padre que les grita: “no estudiaste suficiente”,“no corriste suficiente”, “no entrenaste suficiente”.
Apunto antes de acabar, que he decidido conscientemente limitar mi análisis al fútbol masculino. Quizás porque sus características son más fáciles de analizar, o quizás porque eludiéndo el femenino puedo de alguna forma remarcar su falta de representación. Sin embargo, no quiero concluir este texto sin apuntar a que el fútbol femenino no subvierte las dinámicas del fútbol masculino, sino que en muchos caso las replica, o genera nuevos conflictos. Cabe destacar que el fútbol femenino también forma parte del flujo de comunicación hegemónico de los mass-media. La pregunta sería, qué nuevas mitologías se generan cuando hablamos de fútbol femenino.
