Tiempo accidentado

Hace tiempo que iniciamos esta carrera

A la velocidad a la que va la Tierra hay que sumar la que llevamos nosotrxs y el tiempo que tarda un coche acelerado en precipitarse por una cuneta. Los años y vidas pasadas, sociedades, lenguas y especies extinguidas. Nótense también los inventos y descubrimientos sin los cuales, hoy no estaríamos ante la escena expuesta en esta página. El fuego que debió de emerger del vehículo, las ruedas hace un tiempo fabricadas en piedra, el arado que un día se usó para labrar aquel suelo donde antes había campo, la todavía ausencia de la pólvora de una guerra que no se respiraría hasta seis años más tarde, las bombillas rotas de los faros, o el hormigón de las casas de las personas ahí presentes. Pensemos también en una posible impresora que transcriba este texto a papel. El ordernador mediante el que escribo estas líneas, y el Internet a partir del cual, con ayuda, quizá, de algún asistente de inteligencia artificial incorporado, obtengo esta imagen tomada el 15 de octubre de 1908, de autor desconocido y que presuntamente captura el momento después de que Filipo Tommaso Marinetti estrellara su vehiculo en una zanja para evitar chocar con un ciclista que se cruzó por su camino. Quizá el error fuera del ciclista al no percatarse del choque inminente, quizá éste fuera demasiado lento o Marinetti muy rápido; digamos que fue el mal camino lleno de piedras, o más bien, la incompatibilidad motriz y aceleracional de aquellos dos sujetos vehiculares.

Podríamos pensar que estamos ya lejos de aquella idea del ser humano como una máquina del sistema de producción fordista o alejados de esas proclamas fascistas rindiendo culto a la violencia y a la aceleración propuestas por Marinetti (Manifiesto Futurista, 1909) Y sin embargo, hoy esas ideas parecen ser más actuales que nunca, en una época marcada por el auge de partidos de extrema derecha, los conflictos bélicos, y donde los imperativos de productividad y rendimiento ya no solo atañen al lugar de trabajo, sino que se han expandido sobre todos los ámbitos de nuestra existencia. 

Volvamos de nuevo a esa imagen del coche estrellado y preguntémonos en qué se diferencia aquella máquina del ser humano contemporáneo. Un sujeto acelerado y exhausto, destrozado por tener que alcanzar y seguir el ritmo de una sociedad cuyos kilómetros/hora no hacen más que aumentar. Fatigados por trabajar día a día en una oficina frente a un ordenador, exhaustos por tener que alcanzar una mejor versión de nosotrxs mismos o cansados por tener que definirnos dentro de unos estándares… Estamos cansados de estar cansados1, y vivimos en un mundo pleno de gente exhausta:  agotada por limpiar casas y edificios por un sueldo con el que no se llega a fin de mes, por fabricar ropa en una fábrica por unos céntimos o por tener que jugarse la vida extrayendo coltán de las montañas. Gente agotada de luchar; de luchar por que se te permita vivir, y vivir dignamente independientemente de la tierra donde hayas nacido, de ideas como la raza o el género, o independientemente de la forma y aspecto de tu cuerpo. Millares de personas fatigadas forjando batallas en guerras no deseadas a causa del dinero y la patria, o como aquellas que pasan las horas luchando con un avatar a través de una pantalla. Pero es que acaso el tiempo se puede pasar?, matar?, agotar? Being out of stock?

Del tiempo se dicen y se pueden decir muchas cosas en las más diversas disciplinas y materias. Dice Carlo Rovelli en el Orden del tiempo, que el tiempo son múltiples temporalidades que se entrecruzan y se contradicen mutuamente, y digo yo, que qué sería del tiempo si dejasen de producirse estos encuentros, cuando la inercia causada por esos acercamientos y choques, efectivamente, se agota. 

Del tiempo se dicen cosas y se pueden decir muchas más, muchas como que es incesante. Pero hace ya largo rato que vengo diciendo que el tiempo se para, que hace rato que está parado.

Comúnmente asociado con la velocidad y duración, se le conoce como aquello que pasa tan rápido que ni te das cuenta de su presencia cuando te lo estás pasando bien, pero en cambio, excesssssssssssssssivammmmmmmmmeeeeeeeeeennnnnte leeeento en aquellos momentos en los que no haces nada. Hoy parece casi imposible de pensar, e incluso de fantasear con algún momento como ese, ¿quiere decir eso entonces, que hoy somos más felices que nunca? Pudiera ser, sin embargo, todo nombre está ligado a un condicionante que lo define2. Hoy vivir y ser feliz es tener una buena vida. ¿Y qué es lo bueno hoy sino un juicio marcado por una realidad muy concreta? Una realidad global, tecnológica e hipermediatizada que podría estar basada en consignas como la del beneficio, el rendimiento o el éxito, que no contempla el error, lo negativo o lo antiproductivo en sus planes. 

¿Cómo podemos vivir y ser felices si no nos desprendemos de la noción de felicidad que se nos marca?, cuando el ritmo constante de los estímulos y del trabajo nos desbordan… Quizá la respuesta se encuentre, precisamente, en ese desbordamiento, en cunetas como la que vimos antes; justo aquí, entre los cristales, el acero, la gasolina y los restos metálicos y deformes de un coche accidentado. 

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  1. ESPLUGA, Eudald. No seas tú mismo. ed. Barcelona: Paidós, 2021
  2.  HAN, Byung. La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder, 2012. pp. 34

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