
Tienes 7 años, te consideras muy grande para unas cosas, pero luego no te puedes dormir sola en tu habitación y mucho menos con la luz apagada. Intentas utilizar el truco de contar ovejas, no entiendes por qué son ovejas te parece una tontería, pero si a los demás les funciona a ti te tiene que funcionar, primero te imaginas la escenografía, el color de las ovejas, de la verja que saltan y te pones a ello; una oveja, dos ovejas, tres ovejas, cuatro ovejas, cinco ovejas, seis ovejas, siete ovejas…
Porque habrás dejado el armario abierto, el abrigo beige junto al vestido lila que hay al lado, en tu cabeza, se te están pareciendo a una figura humana, aunque sabes que son tu abrigo beige y tu vestido lila, piensas: y si está vez sí, ¿y por demostrar que ya eres una niña grande no avisas a mamá? Intentas consolarte, te tragas el nudo que se te ha formado en la garganta y sigues contando… Ocho ovejas, nueve ovejas, diez ovejas, once ovejas, doce ovejas, trece ovejas… Sigues sin entender por qué tienes que contar ovejas, tú lo que quieres es dormirte, y ya que estas contar hasta un número muy alto, y sabes que lo vas a hacer porque es imposible que te puedas dormir en esta habitación, sola. Si quitas lo de ovejas delante, te vas a apresurar y llegarás al número mil más rápido- piensas y sigues contando… Catorce, quince, dieciséis, diecisiete…
Mañana por la mañana vas a comentarle a tus padres que ese perchero con ositos se tiene que ir de tu habitación, que ya es muy infantil, te lo pusieron a ti cuando os mudasteis y a tu hermana le hicieron la habitación nueva de adulta, ella te lleva cuatro años y tú hace tres que lo tienes, más o menos tienes la misma edad que ella en ese momento. Pero claro, si lo quitan de tu habitación ya no hay nadie menor que tú en la casa, ¿qué va a pasar con los ositos? Se te crea un nudo en la garganta que esta vez te llega hasta al estómago, igual lo puedes dejar un poco más, porque si lo quitan de tu habitación, quiere decir que tú ya eres una persona adulta, y si tú, que eres la pequeña, ya eres adulta, que pasa con tus padres, ¿quiere decir eso que ya son viejos? Y si tus padres ya son viejos, qué pasa con los padres de tus padres, tus abuelos ¿se van a morir?
No querías llegar a ese pensamiento, siempre que intentas dormir sola, acabas en el mismo punto, prefieres mirar el hombre abrigo-vestido del armario, eso te da menos miedo que pensar en que tus padres son viejos y que tus abuelos se van a morir. Porque tu abuela materna es muy joven, tiene siete hijos, once nietos y sigue trabajando, es imposible que se muera. ¿Pero y los paternos?, son más mayores, el abuelo tiene setenta y nueve años y la abuela setenta y cinco, al lado de tus 7 años tienen muchos más que tú, de hecho, tienen un número de dos cifras. Pero como van a meter a tu abuela que es la persona que más quieres en el mundo y a tu abuelo que es la persona que más historias tiene para contarte en una caja bajo tierra, como van a enterrar tanto amor y tantas vivencias.
El nudo que tenías en la garganta cada vez está más arriba, lo tienes debajo de la lengua que te empuja hacia las mejillas y sientes como te pican los ojos. Pero como te vas a poner a llorar ahora, pero si solo se trataba de dormirte, todos los adultos lo hacen, igual eso significa que aún eres un poco pequeña, por lo que tus padres aún son jóvenes y tus abuelos no se van a morir. Al final, decides llamar a mama, ella no te va a juzgar, se va a tumbar a tu lado y te va a decir que quedan muchos años para que pase cualquiera de las cosas que te has imaginado y que ahora tienes que dormirte. A ti se te relaja todo el cuerpo, pero la abrazas para que no se vaya y le dices que mañana después del cole vas a ir a casa de tus abuelos, te crees sus palabras, pero en el fondo de tu cuerpecito de 7 años sabes que algún día sí que serás adulta de verdad y ya no faltará tanto para que pase eso que ahora mamá te dice que no va a pasar.
Tienes 23 años, sabes más cosas que cuando tenías siete, ya sabes dónde vas a meter todo el amor y las anécdotas de los abuelos una vez se han ido, eres tú, están en la persona que llevas veintitrés aguantando. Pero no has cambiado tanto, aún te preocupan cosas que dentro de tu cabeza te parecen banales cuando las comparas con cosas importantes. Por eso antes de empezar un trabajo ya te agobias porque no sabes que le vas a cobrar, porque te anticipas, porque piensas que te van a decir que qué mierda de trabajo para ese precio, precio que no sabes cuál va a ser, porque cualquier cantidad te parece demasiada, ¿cómo alguien va a pagar por algo que has hecho tú? Y aún peor, como le vas a explicar a tus padres, que ya no son tan jóvenes, pero tampoco son viejos, que igual no te ves capacitada para cobrar a un cliente después de haberte pagado cuatro años de carrera. Y eso te crea un nudo en el estómago, que te sube hasta la garganta y te aprieta debajo de la lengua.
No has cambiado tanto, pero ahora sabes cosas que no sabías cuando tenías siete, sabes que ese querer adelantarte al tiempo es tener ansiedad, pero aparte de haber aprendido a identificar y poner nombre a tus sentimientos, has aprendido que a veces con llorar ese nudo de debajo de la lengua se deshace, que puedes seguir llamando a mamá si necesitas consejo y que poco a poco vas obteniendo más herramientas para poder controlarlo. Al fin y al cabo, entiendes que eso sí que es ser adulto, llegar al día en que pasan esas cosas que con siete años no iban a pasar, y has aprendido a dormirte sola y con la luz apagada.
por Magdalena Cànaves
La ansiedad es querer controlar el futuro.
Los nombres propios, Marta Jiménez Serrano
