Pensé en <nave> y la primera imagen que apareció fue una nave espacial, una preparada para recorrer largas distancias y caminos difíciles de transitar, al punto de convertirse en un objeto que nos protege del exterior, fuera de ella la vida no es posible. Las imágenes que le continuaron a la primera fueron embarcaciones marítimas de varios tipos: barcas, canoas, veleros, barcos y buques.
La Real Academia Española define el término Embarcación como “Vehículo capaz de navegar por el agua propulsado por remo, vela o motor ”. Transporte acuático común a todas las épocas, fundamental para movernos y avanzar. Desde la más sencilla y rudimentaria balsa hasta el barco más robusto han sido un elemento fundamental que nos permitió, a través de los tiempos, modificar nuestra condición de caminantes, trasladándonos de un continente a otro, con las consecuencias concomitantes.
Hoy nos encontramos con la imposibilidad de desplazarnos, debemos quedarnos en nuestros nidos para persistir como lo hemos hecho desde tiempos primitivos en las cavernas. Esa supervivencia tan primaria que habíamos dejado de lado. Desde la modernidad hasta hace unos pocos meses “sobrevivir” implicaba tener trabajo para cubrir las necesidades básicas aunque ese concepto fue ampliándose hasta desvirtuarse en el cenit del consumo y el espectáculo exhibicionista en el que nos exponemos por las redes sociales.
La realidad de la pandemia nos ubica en una situación que no es ajena a la historia de la humanidad pero sí a nosotros, los que habitamos este tiempo, recubierto por una capa espesa de apariencia, ideal omnipotente que ciega nuestra vulnerabilidad y que crece funcional a la exacerbación de un consumo que nos consume.
Los objetos lumínicos de Cohen nos dan una pista, una llamada de atención, una salida de emergencia camino a la reflexión para volver a poner los pies en la tierra y ubicarnos en nuestro lugar.
Somos un cuerpo complejo, un sofisticado sistema de órganos que se conectan y mantienen un ritmo y una función sin descanso habitado por el único poder que se nos ha concedido, el de la razón, herramienta que nos da la oportunidad de obrar conscientes del impacto de nuestras acciones.
De vuelta al hoy nos encontramos, a la fuerza, dentro de nuestras naves. Aguardamos recogidos, juntamos fuerza, obligados a encontrarnos con nosotros mismos ,una y otra vez rebotando en un espejo. Acumulamos una energía que bien podría transformarse en luz que se escapa por las rendijas como en las Naves de luz de Raquel Cohen. Su trabajo se encuentra dentro del ámbito de la escultura , el área artística más generosa que podría acoger en su seno a todas las disciplinas artísticas ya que todo ocupa un lugar en el espacio. Artista oriunda de Chicago que escogió una vida nómada con la cual recorrió el mundo, finalmente su propio camino la llevó a establecerse en Barcelona, entre el Raval y el Collserola, donde creó gran parte de la producción artística que luego trasladó a una aldea en Asturias. Gracias a toda su experiencia de vida su obra se ha centrado en traducir el valor del viaje de regreso en estos volúmenes totalmente orgánicos, reminiscencia a elementos naturales y ancestrales expresados a través de materiales nobles como el metal, tela metálica, aluminio, pasta de madera, aparejo, cobre con pátinas diversas, cera y hasta la no-materia: la luz. Construye con forma dulce y artesanal estas barcas y nidos que ofrece como piezas vivas que conviven perfectamente dentro de nuestros espacios, haciendo que los ambientes sean más confortables. Dan calor y cobijo. Allí, en Asturias, sembró su taller, un lugar de encuentro y de intercambio cultural llamado, por los habitantes de la zona, “El museo”.
Cuando me encontré con estas piezas sentí deseos de meterme y acurrucarme como en un nido.
Como una semilla protectora de la vida, estas piezas dicen sobre el reencuentro con ese ser original. Nos brinda una propuesta de vuelta al principio, al útero, al cual no podremos volver jamás. Una nave que nos acuna; que nos transporta en dirección “retorno” luchando contra el olvido de Lo Simple que sumerge en lo profundo a las directrices fundamentales que componen nuestra naturaleza.
La técnica que emplea para la construcción de estas esculturas-objeto deja entrever una ejecución artesanal con un resultado resistente, sólido y por momentos liviano y atractivo.
Como reflexión final creo que esta propuesta es mucho más que un elemento de conjunto en la composición modular de nuestro salón, es un desafío a modificar la embarcación en la que hasta ahora navegábamos. ¿Qué cambios podrán surgir a partir de ahora, si nos proponemos confeccionarlas nuevamente? ¿Tendremos la capacidad de reflexionar y persistir? La naturaleza hace una selección natural, los que se adaptan sobreviven. Superar la adversidad de esta corriente depende de cada uno de nosotros como individuos y como colectivo.

Agustina Santinelli
