Viaje tropical en cuarentena

Claudia Goyarrola

Es una noche de Domingo, aunque apenas se note y los días se mezclen como en un verano enfermo. No se puede salir y llevas en casa semanas, las tardes vacías y los calendarios en pausa. Pero esta noche has quedado. Tienes planes. Vas de viaje.

El 20 de Marzo 2020 salió a la venta Animal Crossing: New Horizons, el último en una serie de amados juegos de Nintendo, en los que uno adopta una vida plácida en una simpática comunidad de animales parlantes.

A menudo resulta difícil describir el tema u el “objetivo” del juego, el cual se apoya más en elementos de coleccionismo, creatividad y recogimiento que en acción o técnica. Uno pasa la mayor parte del tiempo de juego pescando, cazando bichos, o comprando muebles o ropa con los que customizar su vida virtual. Charlando con los vecinos o explorando el vecindario. Trata de las pequeñas cosas.

New Horizons ha dado grandes pasos en muchos aspectos desde sus juegos predecesores, pero quizás el más importante, sobre todo teniendo en cuenta el contexto actual, son las capacidades online y multijugador.

Lo explicaré desde mi experiencia personal. Llevaba meses esperando ansiosamente este juego. Tengo amigos que llevaban años. Ninguno nos podríamos haber imaginado el contexto y el impacto que habría tenido.

En este juego, cada jugador vive en una isla única, la cual va desarrollando a lo largo de los días. La isla virtual, nombrable y customizable, alberga la casa del jugador, vecinos, tiendas, flora y fauna y mucho más. Desde el primer día en el que tuvimos la posibilidad, mis amigos y yo estuvimos visitandonos unos a otros prácticamente constantemente. El proceso es simple y diegético; uno solo tiene que acercarse al pequeño aeropuerto de su isla y configurar una visita a un amigo, o vice-versa. Una vez allí, las posibilidades son igual de flexibles que en juego solitario.

El estar con un amigo en un mismo espacio, por muy virtual y duo-dimensional que sea, tiene una cierta fisicalidad que ni la videollamada más nítida del mundo jamás lograría. Nos podemos saludar con nuestros avatares, correr alrededor uno del otro o aporrearnos con con nuestras redes de bichos (sin consecuencias intrínsecas; esto es un juego 100% pacífico).

El mejor día fue el cumpleaños de un amigo mío que vive en Dinamarca. No le veo hace más de un año, pero somos cercanos gracias a la era del internet. Aventuraria a decir que estas semanas nos sentimos más cerca que nunca. El Domingo pasado nos invitó a cuatro más a visitarlo aquella noche a su isla (por medio del adorable sistema de correo incluido en el juego, carta de cumpleaños y todo). Todos llevamos regalos; muebles caros, flores poco comunes, de todo. Yo le hice una chaqueta de diseño personalizada, para que llevase su avatar. También traje montañas de aquellas cosas que tiras de una cuerda y tiran una explosión de confetti. Perfecto para las “fotos” que hicimos con capturas de pantalla.

Charlamos por llamada compartida mientras jugábamos, y en algunos momentos se sentía realmente como una fiesta de cumpleaños.

Animal Crossing: New Horizons (Nintendo, 2020), captura por autorx

Se ha dicho mucho sobre por qué Animal Crossing está teniendo tanto impacto durante estos tiempos, sobre cómo su fecha de lanzamiento no podría haber sido en un momento más perfecto. Se habla de recuperar control sobre un mundo; control, rutina, cercanía y el disfrutar de las pequeñas cosas. El que sea un juego mayormente sobre estar en el exterior virtual haciendo actividades divertidas, con o sin amigos, también ayuda.

Para mí es lo que siempre han sido los videojuegos: escapismo, a la vez que conexión. Sumergirse en un viaje tropical a una isla desierta suena demasiado perfecto para los tiempos que vivimos, pero es exáctamente lo que nos regala esta experiencia. Y hacerlo con amigos? No podría pedir más.

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