per Laia Masnou
“Viento en popa a toda vela no navega sino vuela un velero bergantín…”
…en su espalda un fardo
de menor o mayor tamaño
y tanta velocidad en su caminar que casi con el horizonte
se vuelve a tropezar.
No es perseguido.
Sino que persigue al antaño
que nunca conoció y siempre añoró.
En su viaje transcendental
llama abuelo a cada viejo extraño
que le sujeta y le ofrece un plato.
Y después de haberlo devorado,
se alarma por repetir conversación.
El anfitrión desea saber de él y de su nación.
Él brama que su única patria es su corazón;
que no obedece a bandera alguna,
que sólo se debe a lo de su alrededor
y al instante inmediato más purificador.
Así que antes que el sabio tropiece el joven huye
pa poner a recaudo
los errores que está empeñado en arrastrar.
Mira hacia delante, no más.
Sólo el detrás existe
para contar
kilómetros recorridos para olvidar,
para ahuyentar lo que sí es. Y sigue siendo.
Porque de eso huye, sin deshacerlo.
Hace cobarde su andar,
nunca se va a equivocar
si no aguarda su pasar.
Errante de la carretera,
también vas a errar en los caminos.
Errante de los caminos, ¿Por qué no parar?
¡atrévete a sembrar!..
Que el cultivo y la cosecha
nunca son solitarias y, quizás, sí un poco sectarios y rutinarios.
¡Qué remedio! Si éstas son siempre condiciones de muerte
y también, de vida.
Pero, si no paras los pies y posas la mirada tan siquiera
¿cómo quieres que se enclave tu voz en la tierra
y sea algo más que una brisa pasajera?
Viajero,
puedes ser más veloz que el viento,
más astuto que el abogado de Mas.
Que la tierra por la que pases no recibirá tu cuerpo dos veces.
Porque ya no serás lo nuevo y curioso,
algo que se presenta como maravilloso.
Serás lo que pasó.
Eres tú el que se impone los grilletes
y te relacionas con el resto de la humanidad
bajo la condición de aparición, de fantasma.
Sólo preguntas y remueves su pasado,
comes de su plato y reafirmas su presente,
te vas y no puedes marchitarte en su futuro.
¿Por qué seguir corriendo? ¿Por qué sigues huyendo?
¿Qué temes de tu tierra, de tus gentes, de tu casa?
¿Qué terrible terror hay en el sitio que antes llamabas hogar?
Pasajero,
puedes ser más veloz que el viento y
más astuto que el abogado de un corrupto.
Que al renunciar a la siembra
te niegas el morder el fruto
y que explote en tu boca,
y que el dulce chorrear del jugo
moje tus labios.
Él sigue.
Sigue cambiando la monotonía por amnesia,
la repetición por el abandono,
Aquello cotidiano por el volver a saludar lo nuevo
que va hacerte las mismas preguntas que no te atreves
a contestarte.
Entonces, ¿cuáles son tus frutos?
¿de qué te nutres? ¿con qué nutres?
Si resulta que temes a las tierras y al yugo,
si renuncias al fruto y al jugo
y al placer de relamerte…
Viajero existencialista,
actúas como pasajero de la existencia,
rechazas cualquier vinculación.
Eres el trotamundos de tu propia ficción.
Tropezarás. Luego…
